
Con tan solo 26 años el chef levantino sabe cuál es el destino de sus pasos: convertir Brel en un santuario de la alta gastronomía. Para conseguirlo tiene el viento a su favor. Tercer eslabón de una saga familiar dedicada a la hostelería, sabe que no hay innovación sin respeto por la tradición y su paso por
templos gastronómicos como Mugaritz certifica ese destino irrevocable de cocina de vanguardia en la
línea de maestros levantinos como Dacosta o Moya.

Tres generaciones han transcurrido para que Gregory Rome dirija un barco gastronómico en pleno paseo marítimo de Campello, un pueblecito pesquero alicantino que le ha visto nacer, crecer y triunfar. En plenos años 80 su abuela ponía en marcha este local con la cocina italiana –pastas y pizzas- como
protagonista de la carta. Tras superar una adolescencia con vistas a ser ídolo de masas de un grupo de heavy metal, Gregory decidió cogerle el testigo a sus padres y trasladarse a estudiar cocina a Cataluña; en un primer momento en EUHT de San Pol de Mar para más tarde probar en la escuela Bellart. Lo que empezó como un castigo de verano, para compensar los suspensos del curso, se transformó en una pasión indomable. Gregory encontraba su media naranja, la cocina.
